SAN FRANCISCO DE ASÍS

Fundador de la orden Franciscana
“Aplíquense los hermanos a lo que por encima de todo deben anhelar: tener el espíritu del señor y su santa operación”
San Francisco, nace en 1182 en Asís, Italia. Sus padres fueron Pietro Bernardone y Madonna Pica; gracias al trabajo de su padre, San Francisco se formó con la mejor educación y comodidades propia de una familia de comerciantes, a sus 20 años surge una Guerra entre Asís y Perugia, el joven Francisco cae prisionero durante un año en la batalla de Collestrada. En 1205 se enrola nuevamente en el ejército, pero en Espoleto tiene el sueño que dará otro rumbo a su vida. Así comienza la fase inicial de su conversión.
En el año de 1206, ante el tribunal del obispo de Asís, renuncia a los bienes paternos y a la familia. Ese mismo año en agosto trabaja en la restauración de las ermitas de San Damián, San Pedro y Santa María de los Ángeles o de la Porciúncula,que se encontraban en ruinas.
Es justamente en el templo de la Porciúncula, en abril de 1208, que participando de la misa, escucha el evangelio del envío de los discípulos en misión, en el que descubre su vocación. Poco después empiezan a unirse otros compañeros.
Al año siguiente hace escribir la “forma de vida”. En primavera, el papa Inocencio III la aprueba verbalmente. Posteriormente, en 1217 en tiempo de Pentecostés, se celebra en la Porciúncula el primer Capítulo General propiamente dicho.
La Orden se divide en 12 Provincias.
En 1219 se embarca para Acre y Damieta, y se entrevista con el Sultán de Egipto con el fin de anunciar el Reino de Dios, al pasar un año de esta misión, regresa a Italia.
En 1223 Francisco compone la Regla definitiva en Fonte Colombo, que es aceptada por el Capítulo y aprobada por el papa Honorio III. Al año siguiente, en el mes de septiembre, recibe la impresión de las Llagas de la Pasión de Cristo, en el monte Alverna.
El sábado 3 de octubre de 1226, hacia las 19 horas, muere Francisco a la edad de 44 años, en la Porciúncula. Posteriormente, el 16 de julio de 1228, Gregorio IX canoniza a Francisco en Asís.
SANTA CLARA DE ASÍS

Fundadora de las hermanas clarisas
Seguidora fiel de San Francisco de Asís con quien fundó la segunda orden franciscana llamada las Clarisas.
Nacida Chiara Offreduccio (1193-1253), Santa Clara era de una familia noble influyente, que formaba parte de una clase que dominaba la vida social y económica en la región de Asís en la Baja Edad Media. Como tal, eran rivales naturales de la clase media emergente a la que pertenecía la familia de San Francisco. Como resultado del levantamiento de los comuneros en 1198, la familia de Clara fue exiliada de la ciudad hasta 1205.
En los años después del regreso de su familia a Asís, la joven Clara se dedicó cada vez más a una vida de oración, penitencia y obras de caridad, decidiendo permanecer virgen en lugar de entrar en un matrimonio socialmente ventajoso. Al enterarse de su virtud, Francisco habló con ella, y el Domingo de Ramos en 1212 Clara dejó su familia en casa para unirse a Francisco en su forma de vida.
Instaló a Clara y varias otras mujeres nobles que se le unieron en la iglesia de San Damiano fuera de Asís, elaborando una forma breve de vida para estas “hermanas pobres”. Alrededor de 1228, el Papa Gregorio IX la sustituyó por las normas que había redactado. Sin embargo, Clara siguió presionando por su propia visión de la vida franciscana y, poco antes de su muerte en 1253, el Papa Inocencio IV aprobó la Regla que había redactado, preservando el compromiso radical con la pobreza, a la que se aferró a lo largo de su vida como religiosa. Su Regla fue la primera regla escrita por una mujer a ser aprobada por la Iglesia.
Después de la canonización de Clara (su fiesta es el 11 de agosto), sus hermanas llegaron a ser conocidos como la Orden de Santa Clara, o “Clarisas”. Al igual que los hermanos menores, las Clarisas han experimentado una serie de movimientos de reforma, siendo la más notable la iniciada por Santa Coleta de Corbie en el siglo XV.
Las Clarisas mezclan las estructuras tradicionales de la vida monástica con el carisma franciscano, haciendo hincapié en los valores preciados de Clara de vida simple y hermandad. Cada monasterio es autónomo, si bien en las últimas décadas la mayor parte se han unido en diversas federaciones con fines de formación. Las hermanas son principalmente contemplativas, dedicándose a la oración y manteniéndose a sí mismas por el trabajo de sus manos.
Hay varios monasterios de Clarisas en la Provincia de Santa Bárbara y los frailes se han comprometido a ayudarlas en su atención espiritual.
Adaptado de la información proporcionada en la página web de Frailes Capuchinos, Provincia de Santa Barbara.

PADRE PIO DE PIETRELCINA
“Cuando se hace bien, la oración conmueve el corazón de Dios y le invita, siempre más, a acoger nuestras suplicas”
Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo como el “Fraile” estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de Fraile llegan hasta nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu.
El Padre Pío de Pietrelcina que se llamó Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Nació en una familia humilde donde el papá Grazio Forgione y la mamá Maria Giuseppa Di Nunzio ya tenían otros hijos.
Desde la tierna edad Francesco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo lo distinguiera de sus coetáneos. Tal “diversidad” fue observada de sus parientes y de sus amigos. Mamá Peppa contó – “no cometió nunca ninguna falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: “Francí sal un poco a jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman”. Del diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fue uno de los directores espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias carismáticas espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales.
Con el pasar del tiempo, pudo realizarse para Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró como clérigo en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida sacerdotal que a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará primero en muchos conventos de la provincia de Benevento. Estuvo en varios conventos por motivo de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916 llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte.
En este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas a Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14 horas diarias, y así salvó muchas almas.
Uno de los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fue lo que se averiguó la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, rogando delante del Crucifijo del coro de la vieja iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el maravilloso regalo de los estigmas. Los estigmas o las heridas fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario volvió a llamar, sobre el Padre Pío la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile.
En una carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su “crucifixión”: “¿Qué cosa os puedo decir a los que me han preguntado como es que ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios que confusión y que humillación yo tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado en esta tu mezquina criatura!
Fue la mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina.
Todo esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Este era diferente del primero, porque tenía las manos, los pies y el costado que emanaban sangre. La visión me aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante en mí; no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido a sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar del pecho.
La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Mi padre, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que yo experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta situación….”
Por años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios, con la fundación de los “Grupos de ruego”, hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un moderno hospital: “Casa Alivio del Sufrimiento.”
En septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina. De este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia de una manera tan especial.